Los piojos son unos parásitos muy pequeños, del tamaño de una cabeza de alfiler, que se alimentan de la sangre humana. No vuelan ni saltan, se arrastran a través de los pelos. Por eso hace falta contacto directo para el contagio. Si bien no son peligrosos para la salud del niño, pueden llegar a ser extremadamente molestos. Provocan comezón o inflamación del cuero cabelludo, y el rascado puede provocar irritación o en casos graves, infecciones.

Los piojos tienen 3 fases, el huevo (Liendre), que queda pegado a una hebra de pelo, el piojo joven (Ninfa), que ya succiona sangre, y el adulto, que ya busca reproducirse. El diagnóstico es muy sencillo si ya ha habido desove, pues entonces las liendres tienen un color blanco pálido muy sencillo de ver, antes de la eclosión son marrones o amarillas mostaza, y si todavía no han puesto huevos hay que buscar cada uno de los piojos, que se mantienen cerca del cuero cabelludo para facilitar la succión.

Hay poco tiempo antes de que comiencen a reproducirse, y lo hacen muy rápido. Una hembra adulta puede poner entre 4 y 8 huevos al día, que nacerán y comenzarán a reproducirse con menor brevedad. Por ello es necesario tratar los piojos lo más rápido posible.